Megamelómanos, a bittersweet symphony

El asunto del cierre (y, por fin, reapertura) de Megamelómanos, creo, ha dejado un sabor agridulce en la blogosfera. Por una parte nos sentimos aliviados con el hecho de que al devolverle su espacio, aunque con condiciones esperpénticas, Aitor ha podido recuperar el inmenso trabajo que había ido desarrollando a lo largo de tanto tiempo y, en parte, su dignidad. Pero por otra, nos ha dejado la constatación palpable de que estamos siendo vigilados y censurados continuamente. Aunque era obvio que si nos dejaban espacio sería aceptando sus normas, la ambigüedad de las mismas hace que no sepamos realmente cuando podemos incurrir en una infracción (¡qué palabreja tan fea!). Habrá que ir tomando precauciones y pensar en otras alternativas. Sentir la presencia de un gran hermano que nos observa constantemente (Orwell no iba mal encaminado) no es una sensación demasiado agradable. La obsesión con controlar no es compatible con la libertad.
Señores y señoras de Blogger, vamos a continuar pase lo que pase. No nos atenazan sus amenazantes avisos. Lo único que hacemos es hablar de lo que nos interesa: música, cine, literatura o de lo que nos dé la gana, de la mejor manera que sabemos. Sin ánimo de lucro, queremos seguir compartiendo sensaciones, emociones o cualquiera de los sentimientos que nos pueda ofrecer la cultura, de la que tenemos derecho a disfrutar.
Disfruten, ustedes también, esta Sinfonía agridulce.